divendres, 25 de setembre del 2015

A un amigo preocupado

Apreciado Rafa, amigo Rafa.

             Te noto preocupado; no eres el único, yo también lo estoy, aunque en el otro lado de la barrera. No es para menos. Por eso y porqué eres buena gente y quiero que duermas más tranquilo te tiendo mi mano para que me des la tuya y hagamos, juntos, un puente que sobrevuele los fanatismos de los cuales, a buen seguro, tu y yo somos ajenos.

            Pero no puedo ocultarte como pienso, tú lo sabes, soy catalán de cepa y ansío deshacerme del yugo de una etiqueta que a veces me enorgullece pero muchas otras me avergüenza.

          Sí, me enorgullece compartir origen geográfico con Cervantes, con Ramón y Cajal; con Unamuno, Valle Inclán y con Ortega y Gasset; con Falla, con Paco de Lucia.
          Y me avergüenza que se me relacione con una nación que mantiene en auge unas fiestas patronales con ritos salvajes maltratando y matando seres vivos por puro placer; una nación, como dijo Azaña (si no me equivoco), de sables y casullas; una nación que mantiene su tradición arcaicamente aristócrata y desoye la cultura del trabajo burguesa (aunque, como obrero, esté enfrentado a la burguesía, prefiero eso a ser un plebeyo enfrentado a la parásita aristocracia)* .

                                           * No entraré ahora en una disquisición sobre el tema, ni realizare ningún relato histórico,  pero, rápidamente, la aristocracia se
                                              distingue por su origen de sangre y la incompatibilidad con el trabajo. La burguesía tiene su epicentro en el trabajo y su
                                              pertenencia no es por razón de nacimiento y herencia sino de éxito (pecuniario, de acuerdo, pero en todo caso
                                              por esfuerzo personal)


          En definitiva me duele que el bagaje cultural y racional del estado español sea inferior en creces con la rémora y carga heredada de siglos y siglos de oscurantismo y latifundismo.



       Yo, Rafa, soy hijo de padres que vivieron la guerra y que, como muchos, recibieron a Franco en la diagonal (no tanto como “salvador” sino como símbolo de final de una salvajada, sin pensar que los tres años de guerra no eran nada comparados con el feroz encarnizamiento contra los catalanes —entre otros—de los siguientes cuarenta años). En mi casa siempre se ha hablado catalán, nunca se ha “hablado castellano porque hace más fino”, sin embargo, me cuesta reconocer esta lengua como materna y la razón es que hasta los 12 años no pude estudiar esa lengua que se hablaba en casa en la escuela.
      Pero lo peor no es eso. Lo peor es que de siempre he tenido que bajar la cabeza, sentirme una persona inferior, hablar OBLIGATORIAMENTE el castellano en comercios (1999), en la RENFE (2002) e incluso en la propia administración de justicia (Ciutat de la Justicia, 2013, mostrador de información).



         No olvido, Rafa, que te escribo para tender puentes, no para romperlos y caer a las aguas de estúpidas controversias. Disculpa si en las últimas palabras me emocionado un poco más de lo debido. Vuelvo al tema.
      La cuestión, para mí, como catalán nacido en Catalunya y la cuestión también para ti, catalán quizás nacido fuera de Catalunya es que nos están engañando, amigo. Nos están engañando. Todos. Pero unos más que otros.
        Quiero decirte con esto, Rafa, que ser independiente no significa romper con nadie, de la misma manera que un hijo, cuando se independiza, no rompe con sus padres ni con sus hermanos, ni siquiera con su habitación (que muchas veces resta en suspenso años y años por si vuelve). Un independizado no renuncia a sus orígenes, ni da la espalda a sus predecesores. Simplemente, empieza a hacer su vida —y esto es lo sano, que nuestros hijos hagan su vida—.


Esquivo aquí, con toda voluntad el espinoso asunto de si es,
Catalunya, parte natural del territorio geográfico español o
más bien una anexión involuntaria por parte de la monarquía borbónica.
El asunto de la guerra de secesión (o más bien de sucesión)
es harto complejo y corren miles de bulos y malos entendidos,
como el que Rafael de Casanovas fue un héroe, cuando parece ser
era un verdadero calzonazos que sacaron de debajo la cama.



      La independencia, Rafa, la de todos, la de un estado y la de una persona, es una oportunidad para crecer, para compartir y para crear auténticos lazos de solidaridad. ¿Me permites una anécdota personal? La relación de cierto familiar mío con su hija siempre ha sido buena, por supuesto, pero a partir de cierta edad de la hija se hacía más compleja. Bueno, con la independencia de la muchacha, la relación no solo ha vuelto a su calidad anterior sino que este familiar está más feliz que nunca con su hija.
      Volviendo al tema catalán, amigo, hay quienes nos quieren hacer creer que si Catalunya se independiza, renegará de sus orígenes (ya he dicho que dejamos el tema de 1714 de lado), de sus lazos con gentes de allende Tarragona o Lleida. Nada más falso. Claro que puede ocurrir en algún caso. Pero no tiene en absoluto porqué. Todo lo contrario.
     Muchos no queremos renunciar a la nacionalidad española, porque no renunciamos a España. Pero queremos nuestra dignidad de catalanes. Una dignidad que se va forjando en cada uno de nosotros desde el primer día que habitamos esta privilegiada tierra mediterránea, ya sea porqué nacemos, ya sea porqué venimos de otro lugar. Rafa, una vez más, hagamos nuestro puente por encima de las necedades de los políticos, ten calma que yo también preocuparé tenerla y que nada nos separe. =======================================================  

Apunte 1: Respecto el federalismo: ay!!! Nen, es maravilloso y magnifico, pero llega tarde. El PSOE se ha pasado años mareando la perdiz y ahora el arroz está pasado. Ya no sirve.

Apunte 2: Respecto el “conflicto de banderas” de ayer en el balcón del ayuntamiento, sé que el hermano del ministro de Interior de España ha ido hoy a una televisión estatal a explicar su versión. Lamentablemente, nadie explicará la otra. Yo pienso que esto no es dialogo sino violencia. Yo pienso que Catalunya no quiere imponer ninguna nacionalidad, España (una parte) sí. Y yo odio el término nación (si te fijas, siempre hablo de independencia, nunca de nacionalismo ni separatismo).

Apunte 3: España y sus leyes harán lo que quieran, pero nadie puede hacer que yo no haya nacido en la Clínica Santa Madrona (ya no existe), en la calle Aragón de la ciudad de Barcelona, Catalunya, España, Europa, planeta Tierra, Vía Láctea, nuestro universo (ignoro si hay más), el 14 de octubre de 1966, porque lo hecho, hecho está.


L’Hospitalet de Llobregat, 25 septembre 2015