Un pensamiento a raíz de uno de mi colega Javier Ruíz.
Me confieso
omnívoro. Perooooo, hay matices.
Primero: sufrimos un problema de sobrealimentación, comemos mucho
más de lo que necesitamos, siempre (repito, siempre) tengo que pedir MEDIA
ración en los restaurantes (aunque pago la ración entera). Nuestros abuelos comían
mucho menos y estaban, en general, más sanos.
Segundo: Somos absolutamente irresponsables ante lo que
comemos, pocos, muy pocos, hacemos el ejercicio que has hecho tú: ¿De dónde
viene este bistec? Y que yo sepa, nadie rinde un homenaje, aunque sea en
silencio, al animal que nos da su carne para nuestro sustento (creo que hay
tribus que sí lo hacían, cosa que creo es lo correcto).
Por tanto: Como poco (mejor dicho, como lo que necesito,
que no es lo que me ponen en la mesa a veces); procuro cada vez comer menos
carne. Tengo pendiente —me autoculpo— localizar comercios cuyos productos
cárnicos provengan de animales respetados como hermanos terrícolas. No descarto
hacerme vegetariano, o vegano, pero entonces: como ¿comprar una tela acrílica
cuya fabricación contamina más aún? O ¿Qué decir del comercio en cuestión que
tiene participaciones en la industria de las armas? Tengo un amigo que no consume azúcar
blanco porqué para su obtención se utilizan huesos de animales. Pero este
amigo conocia a quien, vegano también, consumía cierta substancia antibiótica que al ser evacuada del cuerpo humano contaminaba
el agua donde iba a parar la evacuación y en la cual vivían seres vivos, que quedavan automaticamente dañados por la substancia (esta última frase parece un trabalenguas).
En conclusión: intento conciliar mi pensamiento con el
mundo en el que vivo (aunque me gustaría vivir en otro, o quizás, incluso, no
haber nacido persona). Intento ser agradecido con quien me ofrece y generoso
con quien necesita. Y sobre todo, sobre todo, consciente que al andar puedo
aplastar uno de los muchos caracoles que aparecen en la acera de mi casa cuando
llueve, voy con mucho cuidado, pero alguna vez he pisado a alguno. No me ha
hecho gracia, pero creo que el animal en cuestión tampoco me guardaría rencor.
Como carne. Y a veces soy consciente que su origen no es
moral, pero prometo hacer todo lo que pueda para que esto cambie. Aunque,
realmente ¿Quién soy yo? Sino una simple, pequeña, minúscula alma; una más de
los millones y millones que pueblan las tierras, mares y aires de este planeta
que es uno de tantos…
Pues soy Lluís y mi poder será pequeño, pero es. Y no lo
utilizaré nunca para martirizar a ningún ser vivo (en mi casa no hay mata
mosquitos, hay aparatitos de esos que los ahuyentan).
Pero… ser coherente, coherente de verdad, no un poco o un
mucho, sino un todo… no sé siquiera si es posible.
Y para acabar, espero haberme explicado bien, pero esta vez no estoy nada seguro...
L’hospitalet 15 de enero 2015
Se me ha fastidiado el mensaje tres veces, cony. :)
ResponEliminaTe decía que yo también tengo clarísimo que comemos más carne de lo necesaria, y probablemente pescado. Que la única forma de ser más libres, de pensamiento por lo menos, es hacer ese ejercicio que tú comentas: "¿De dónde viene la carne?" Nadie se lo pregunta; yo tengo claro que mis hijos, si antes o después pululan por aquí, tendrán claro de lo que se tiene que prescindir para alimentarnos, y también lo que hacen seres humanos en mataderos y fábricas, e incluso en granjas, perdiendo una pizca de humanidad día tras día.
Quizá comer o no comer carne sea una decisión personal, hoy, pero saber qué ocurre antes, durante y después con los animales debería ser una imposición social y cultural.
Pues sí, pensamos más o menos igual.
EliminaYo, por mi parte, para ellos y para mi, como menos.
Aparte que lo que nos meten de hormonas y otrosproductos para disimular las mismas, hasta donde yo sé, és una auténtica pasada.