Todo el
mundo, yo creo que todo el mundo, sabe que El
Quijote es una obra a leer (otra cosa es que se lea). Es tan grueso como un
best seller y aunque la prosa no es moderna, dicen que es muy divertido (lástima
que la cosa se queda en la aventura de los molinos y poco más; pero algo es
algo).
…..
Pero
NO todo el
mundo, yo creo que no todo el mundo, ni mucho menos, piensa en leer a Borges.
Conocen el nombre, quizás hasta saben que es argentino, poco más. No es
criticable. Entre otras cosas porqué el autor nunca escribió grueso y pesado (quiero
decir Best seller). No es criticable, seguramente el márquetin no le acompaña a
nuestro bonaernense.
A veces
pienso que Borges se sitúa en un terreno (limítrofe, por supuesto; fronterizo,
como no) entre la poesía (que todo el mundo sabe que existe, pero nadie lee) y
el relato de curioso andamiaje.
Sin
embargo, cuando uno (y ahora hablo de yo, que no he sido excepción a la norma) pasa
con la vista (que eso dice la RAE que es leer) sobre esos garabatos que son texto,
las palabras de los cuentos de Borges se instituyen en un sentido que, con
apariencia de visible, se esconde en lo no dicho. (Fíjense, yo mismo he
orillado la poesía del autor y me quedado en la prosa: y es que la poesía es
eso que existe… en algún sitio).
Así, yo me
estrene con la biblioteca de Babel. No sé el rato que estuve leyéndolo (esto
es, pasando la vista sobre el texto), ni los días que estuve leyéndolo (esto
es, rumiando y mascando las palabras, la historia). En realidad, creo que aún
no he terminado y rara es la semana que no piense en la biblioteca de Babel. Y siempre tengo la sensación que algo se me
escapa. Dijo Raimon —sin acento de camión—, el cantautor Valenciano (no cito,
recuerdo, traduzco y recompongo unas palabras suyas), que no se puede coger ni
con las manos ni a puñado el agua del tiempo que vives, que en la mano te
quedará tan solo un leve velo de humedad. Así es Borges, resbaladizo e huidizo,
pero vero. Muy vero.
Yo ya casi
no me acordaba de una anécdota, si así se puede decir, que me dio fuerza para
no avergonzarme de leer en el metro o en el bus (que son los sitios, por
cierto, donde mejor leo a pesar del trajín y del ruido). Borges leyó la Santa,
Indiscutible, Sagrada, Respetada y digna de Respeto Divina comedia a ratos en el Bus.
Esta anécdota
me la ha traído a la memoria la lectura de este libro recomendado en clase,
sobre Borges, de Alan Pauls, El factor
Borges, no hace falta decir, creo, libro recomendable NO, lo siguiente (relativamente fácil de leer,
relativamente ameno, a mí me permite bucear lo que de momento necesito y puedo
acaparar de Borges).
De momento
voy por el capítulo siete (titulado “Segunda mano”) y ya sé que pasará
directamente a la pila de los libros que hay que re-leer pronto, a hacer compañía
al de Tania Pleitez (también recomendado en clase, para, en este caso,
Alfonsina Storni).
Insisto,
muy recomendable, un libro entusiasmático sobre todo para aquellos que, aunque
ahora alumnos, hemos sido mucho tiempo autodidactas y adolecemos, pues, de
estas típicas lagunas del camino hecho sin sistema ni constancia.
Creo que,
con lo que llevo leído, y con olvidos propios de una primera lectura (tengo la molesta
manía de hacer la primera lectura sin marcar las ideas interesantes: “Ya me
acordaré luego…”), si tuviera que destacar una idea sería la de:
Leer para
evadirse del mundo, (hasta aquí nada del otro mundo) pero con un matiz (de
vital importancia), con el matiz de intentar tropezar con uno mismo.
Leer para perderse
en lo otro; leer para tropezar con uno mismo
Hay más, lo
sé, más ideas que indefectiblemente marcaré para que no se vayan por el desagüe
del olvido. Por ejemplo, cierto. Esta referencia a las enciclopedias. Y a su
calidad, de como en un tiempo desaparecido eran artículos de verdad y no
simples contenedores de datos, fríos y contables. De como la enciclopedia puede
ser el Reade’s digest del intelectual, del hombre semiinstruido nos dice el
autor porteño citado por Pauls. El saber un poco, lo necesario como imprimación
de un tema. Luego, ya pasaremos al manual y más tarde directamente al ensayo.
Un detalle,
no quiero olvidarlo. La obra de Pauls tiene una curiosa estructura. No tiene
pies de página, sino acotaciones. Al principio puede resultar molesto. No hay
un momento donde iniciar el paréntesis del pie de página. Bien, no pasa nada,
¿no somos adultos? ¿No hemos superado la mayoría de edad culpable?, nosotros
podemos decidir cuándo poner el paréntesis. Entonces, ocurre, al menos a mí, una
transformación mágica. ¿Por qué no adoptar realmente y para siempre este
sistema? Tampoco está tan mal.
Continuará….
Luis Alberto Parera (Lluís)
L’Hospitalet de Llobregat
19 marzo 2019